El Caballero, la Muerte y el Diablo Jean Cau 124 páginas medidas: 14,5 x 20 cm. Ediciones Chakravarti 2016, Argentina tapa: blanda, Desde que hace más de 500 años Alberto Durero realizó su grabado más hermoso y con más simbolismo, “El Caballero, la Muerte y el Diablo”, síntesis de la soledad y la dureza del camino heroico, éste ha servido de inspiración a artistas de todo tipo. Entre ellos destaca el hermosísimo ensayo de Jean Cau que aquí presentamos. Este ensayo, un grito desgarrado contra la Modernidad circundante, debería ser libro de cabecera de todo agente Tradicional. Obligada lectura y aprendizaje del Militante, si confirma el “Vita Militia Est”. Entre tanto revolucionario de salón y antisistema burgués Cau revoluciona la intelectualidad circundante con un cañonazo de ideas atávicas y escupe a la moral del rebaño, iluminado por el mágico resplandor de la obra de Durero. La Muerte, destino inequívoco de cada uno de nosotros, fiel compañera, es novia del Caballero. Conocedor de su destino no la teme, la ignora e incluso la ama. Pues nunca se siente más vivo que cuando ella le rodea con sus brazos haciéndole ver la futilidad de la vida. Y el Diablo, la molicie, la comodidad, todo aquello que acecha al Caballero para hacerle desistir, abandonar su destino. Él, sabedor del lugar donde encaja en el mecanismo cósmico de la vida, continúa con su función para lograr la Trascendencia que muy pocos, como Leónidas o Alejandro, han logrado. El Diablo no logra hacer mella en él. El Caballero se comporta como el roble que necesita del agua pero no la implora. Es, como bien dice Cau, el ejemplo en sí y fuera de sí. Jean Cau, injustamente desconocido en el mundo de habla hispana a pesar de que las ediciones de sus libros se cuentan por decenas en Francia, representa una revuelta contra la intelectualidad de su época y los valores del mundo moderno. Licenciado en Filosofía, Cau fue secretario personal de Jean-Paul Sartre durante varios años, lo que le permitió penetrar en el mundo de la “élite” intelectual europea. Desde que rompiera con Sartre, su trayectoria ha sido de un total inconformismo con todas las ideologías dominantes y con todos los sistemas. "Los adversarios son iguales en la mediocridad. Demócratas, socialistas, masas, multitudes, robots, ¿qué importancia tiene que el mundo pertenezca a unos o a otros? Son iguales”. Es demasiado fatigoso tratar de encontrar hombres y semidioses en este tropel. ”El vencedor sólo vale porque ha vencido”; por la fe que aporta e impone; por la belleza de los templos que erige para celebrar su victoria. Ahora bien, en los dos campos adoran el mismo becerro (el igualitarismo), salvo que uno le construye supermercados a guisa de establo; y el otro, locales del Partido. Pero la “calidad” del bovino es la misma". "Por otra parte, nosotros, “los vencidos”, tendremos nuestra victoria: un día el enemigo cantará nuestras gestas y se preguntará, inquieto, si nuestra muerte tan insigne no es el signo, bajo una visión eterna, de su derrota". “No hay nada más bello que un hombre “cuando avanza”. Todo se resquebraja en el corazón de los otros hombres cuando uno de ellos avanza dos pasos, se separa del grupo y forja, así, en derredor suyo, la infranqueable barrera del respeto. Las madres y las novias suplican y no comprenden que puedan tener a la muerte por rival. “¡No avances! ¡Retrocede!” Es demasiado tarde. El heroísmo: ese canto egoísta que estalla. ¡Heme aquí! ¡Único! ¡Apartaos! Ya no tengo ni madre ni amante; ya no tengo pasado: voy a nacer. “¡Vas a morir!” Sí, pero habré nacido y habré conocido la loca embriaguez cuando, en mi cuerpo y en mi alma, experimente el vehemente nacimiento de un dios”.